lunes, 12 de agosto de 2013

Miedo.

Ese fenómeno que nos hace actuar inconscientemente y nos manipula a sus anchas.

Descubrí al fin mi problema, le temo a sufrir por culpa de personas ajenas a mi.

Lo único que hago cuando no sufro es alejarme de la paz y llegar al caos, todo causado por mi; no puedo culpar al resto y estoy tranquila de que no me harán daño porque ya estoy sufriendo.



Hace 3 días perdí a lo único que logró estabilizarme y hacerme estar bien en estos últimos 10 años.
Yo misma lo alejé.

Viniendo de mi va  a sonar increíble, pero asumo que el error fue mío.
¿Pago por ello? Claro que sí; cada segundo que pasa. 

Lo que más me duele es saber que si no hubiera hecho nada, hoy, hace exactamente 8 horas, hubiera sentido el calor de un abrazo infinito, la suavidad de miles de caricias y la presencia de un beso cálido y húmedo a la vez.

Pero no, no pude tolerar ser feliz.

No pude tolerar la imperfección más mínima dentro de aquel fénix renaciendo.


Y no, no puedo tolerarme, como de costumbre, a mi.




Me quiero ir. Me quiero ir allí donde amanece cuando encienden la luz de la memoria.
Ese sitio en el que se renace cada vez que despiertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario