martes, 7 de junio de 2016

Pasillo Blanco

Yo intente impedirlo. Sabía que si se la llevaban me la devolverían frita, con los circuitos quemados. Esa chica veía más allá de su realidad, tenía la capacidad de vivir entre dimensiones. Plasmaba sus visiones en papel, como un ritual, para no dejarlas escapar en la nada del olvido. Sentía que podía convertirla en algo más que una interna de loquero. Podía ser una artista, una grulla de alas enormes y ojos eternos…

Pero se fueron con ella. Porque era inestable, porque no podían controlar sus prontos… Solo quería seguir sus sueños, ser adicta a su propia mente. Cuando la separaban de sus fantasías, sufría con la realidad y no era capaz de adaptarse. Dijeron que sus divagaciones le hacían perder el juicio. Que no era capaz de diferenciar ficción o realidad. Que no servía para nada en esas condiciones. Suplique que me dieran más tiempo, que les demostraría que no era un error humano en absoluto.

Pero se negaron tachándola de peligrosa para la sociedad. Porque perdía la cabeza en la oscuridad. Veía sombras que la perseguían y buscaban, que querían devorarla mientras dormía decía... Y por eso las ojeras sombreaban su mirada. Y la falta de sueño nublaba su razonamiento. No creyeron en su imaginación desbocada. Y se la llevaron a rastras, mientras lloraba y pataleaba, llamándome, suplicándome que la salvara…

Ahora está junto a mí, apagada, sin alma. Desconectada de su País de las Maravillas y obligada a mantenerse despierta en un mundo que la ha convertido en cenizas. Lo último que recuerdo de su personalidad multicolor fueron los gritos que rasgaban las paredes cuando la corriente fundió su cerebro. Tan fuertes que quemaban, tan irreales como su ser escapando desde su boca…


Ya está muerta, aunque se obstinen en mantener su cadáver con vida. Los dibujos se quedaron, pero ella se fue.