Estábamos tan predestinados a odiar al destino por juntarnos, que ya no podíamos soportar el peso de la realidad.
Y me dejé caer en el sexo ajeno, frívolo, crudo y duro.
Y no era nada. Ni era nadie. No eras tú.
Y le miraba distraída, con su cuerpo sobre el mío, no eras tú.
Y le besaba y no me.sabía a nada. No eras tú.
Y acariciaba su rostro, y no eras tú.
Y me decía suavemente, "Eres preciosa" y seguías sin ser tú.
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