miércoles, 18 de diciembre de 2013

Perderse en la inmensidad. Encontrarse en la inmensidad perdido.

«Me he repartido los horarios perfectamente» -pensaba mientras gozaba de mi hora libre en aquel banco metálico del parque, el cual era ya una segunda casa para mí.

Es increíble todo lo que pasa en sólo unos minutos; perros, aquel niño llorando, una pareja de ancianos paseando, personas solas, parejas incapaces de mirarse los unos a los otros, tiempo, sentimientos que no logré entender.

De pronto todo cesó.

Pude notar la soledad respirando en mi nuca. Sentí latir el corazón de la ausencia de vida humana alrededor.

Mi cuerpo dejó de existir de pronto.

Levanté la vista, ahí estaba, tan enorme, oscuro, inmenso.

«Somos tan pequeños» -Pensé.
«Quizás… no, sería absurdo.
O no, ¿por qué iba a serlo? Aquí estoy yo, ¿por qué no iban a estar ellos ahí?» murmuré para la única capad de oirme en aquel momento. La que escribe ahora, valga aclarar.

Mi sueño andrógino se dejaba oír a través de estos enormes auriculares, mágicamente comenzó Bowie a cantar sobre vida en Marte cuando mi reflexión instantánea terminó de brotar de mis labios.

«Vaya, quinta vez que me adelanto hoy.» -Me quejaba de predecir algo involuntariamente.

Volví a enfocar al hermoso. Tan alto, tan imposible.

Entonces ocurrió.
Me hallé incapaz de moverme, o reaccionar.
Mirando fijamente al cielo me sentí mejor que nunca. Sentí algo que siquiera yo soy capaz de redactar. Era paz, a pesar de oír mi propio corazón entrando en pánico.

En aquel banco, envuelta en temblor, sentí libertad.

«Somos simples átomos para la Tierra. La Tierra es una milésima parte de átomo para el universo.
No soy nada.
Soy absolutamente todo. Al menos para mí.»

Una lágrima de horror rodó por mi mejilla.
La alarma sonó, tarde iba al trabajo otra vez.

¿Cómo le explicaría que no era mi culpa sino del profundísimo cielo el tardar?

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