Yo intente impedirlo. Sabía que si se la llevaban me la devolverían
frita, con los circuitos quemados. Esa chica veía más allá de su realidad, tenía
la capacidad de vivir entre dimensiones. Plasmaba sus visiones en papel, como
un ritual, para no dejarlas escapar en la nada del olvido. Sentía que podía convertirla
en algo más que una interna de loquero. Podía ser una artista, una grulla de
alas enormes y ojos eternos…
Pero se fueron con ella. Porque era inestable, porque no podían
controlar sus prontos… Solo quería seguir sus sueños, ser adicta a su propia
mente. Cuando la separaban de sus fantasías, sufría con la realidad y no era capaz
de adaptarse. Dijeron que sus divagaciones le hacían perder el juicio. Que no
era capaz de diferenciar ficción o realidad. Que no servía para nada en esas
condiciones. Suplique que me dieran más tiempo, que les demostraría que no era
un error humano en absoluto.
Pero se negaron tachándola
de peligrosa para la sociedad. Porque perdía la cabeza en la oscuridad. Veía
sombras que la perseguían y buscaban, que querían devorarla mientras dormía decía...
Y por eso las ojeras sombreaban su mirada. Y la falta de sueño nublaba su
razonamiento. No creyeron en su imaginación desbocada. Y se la llevaron a
rastras, mientras lloraba y pataleaba, llamándome, suplicándome que la salvara…
Ahora está junto a mí,
apagada, sin alma. Desconectada de su País de las Maravillas y obligada a
mantenerse despierta en un mundo que la ha convertido en cenizas. Lo último que
recuerdo de su personalidad multicolor fueron los gritos que rasgaban las
paredes cuando la corriente fundió su cerebro. Tan fuertes que quemaban, tan
irreales como su ser escapando desde su boca…
Ya está muerta,
aunque se obstinen en mantener su cadáver con vida. Los dibujos se quedaron,
pero ella se fue.
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